- En el mes del quinto aniversario del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, se dio a conocer el nuevo reporte sobre mercado laboral y envejecimiento de la población 20205: “Fuerza laboral envejecida: entre la extensión de la vida laboral y la informalidad persistente”.
- En Chile, las personas de 60 años o más alcanzaron el 19,8% en 2024, casi un 50% más que en 1992, según el Censo 2024. Este panorama ha impulsado la participación de personas mayores en la fuerza laboral al 12,3% en 2024.
Santiago, 10 de julio 2025. En el marco del aniversario del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo se realizó el seminario “Renovar compromisos, proyectar Futuro: Envejecimiento y trabajo desde una mirada colaborativa” con la participación del Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Juan Carlos de la Llera, junto con el Gerente General de la Compañía de Seguros Confuturo, Mauricio Fasce.
En el seminario participaron Rosita Kornfeld-Matte, primera experta independiente en derechos de las personas mayores de la ONU y Exdirectora de SENAMA; Nicolás Ratto, Jefe de la División Políticas de Empleo, Ministerio del Trabajo y Previsión Social; Natalia Lidijover, Gerenta General de OTIC SOFOFA y Directora Ejecutiva de Futuro del Trabajo; Sylvia Yáñez, Gerente de Personas y Sostenibilidad de Confuturo y Jorge Welch, Presidente de la Asociación de Emprendedores de Chile (ASECH).
En la misma instancia, se dio a conocer por parte de Nicolás Ratto, que el Ministerio del Trabajo presentó al Congreso un proyecto de ley que crea el Subsidio Unificado al Empleo, con el que se aportará en la creación de empleo formal, especialmente en cuatro grupos que enfrentan mayores dificultades para acceder al mercado laboral: mujeres, jóvenes, mayores de 55 años y personas con discapacidad. Además, tendrá un fuerte enfoque en las pequeñas y medianas empresas, para facilitar nuevas contrataciones formales.
Asimismo, en esta instancia se presentó el nuevo reporte del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, llamado “Fuerza laboral envejecida: entre la extensión de la vida laboral y la informalidad persistente”, donde se aborda la creciente participación de las personas mayores en el mercado laboral chileno y los desafíos que esto implica.
De acuerdo con el informe, Chile está envejeciendo rápidamente: el 19,8% de la población tiene 60 años o más, según las cifras preliminares del Censo 2024 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), casi el doble que en 1992 (9,8%). Esta transformación etaria ha impactado directamente el mercado laboral: la participación de personas mayores en la fuerza laboral creció sostenidamente, de un 8% en 2010 a un 12,3% en 2024, un aumento de 4,3 puntos porcentuales.
Cada vez más personas trabajan más allá de la edad legal de jubilación (65 años para los hombres y 60 para las mujeres). Según datos de la OCDE, Chile presenta una de las edades efectivas de retiro más altas entre sus países miembros: 67,3 años para hombres y 63,7 para mujeres, superando el promedio de la organización (64,4 y 63,1 años, respectivamente).
La extensión de la vida laboral responde a múltiples factores. Si bien muchas personas mayores continúan trabajando más allá de la edad legal de jubilación —65 años para los hombres y 60 para las mujeres—, lo hacen por diversas razones. Un 62% declara que sigue trabajando por necesidad económica, cifra que asciende al 71% en el caso de las mujeres. No obstante, un 36% señala que lo hace para mantenerse activo.
Las tasas de ocupación en la vejez revelan diferencias por género. En 2024, el 75,9% de los hombres entre 60 y 64 años se encontraba ocupado, frente al 40,9% de las mujeres. Esta brecha se acentúa en el tramo de 65 a 69 años, con una tasa de ocupación del 50,9% en hombres y solo del 19,8% en mujeres. Entre los 70 años o más, el 22,8% de los hombres seguía trabajando, frente al 7,1% de las mujeres. Estas diferencias se explican, en parte, por el desfase en la edad legal de jubilación —que en Chile es cinco años menor para las mujeres—, así como por trayectorias laborales marcadas por menor continuidad, dedicación al trabajo no remunerado y prolongadas lagunas previsionales.
La investigadora y coordinadora del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, Valentina Jorquera, comenta que “influyen de manera significativa el nivel educativo y los ingresos del hogar. Un mayor nivel de escolaridad se asocia con una mayor permanencia laboral, especialmente entre los 60 y 69 años. En el caso de las mujeres de 60 a 64 años, existe una diferencia de 17% entre quienes tienen educación baja y quienes tienen educación alta.” Además, menciona que “en cuanto al ingreso, entre los hombres de 65 a 69 años, el 76% del quintil más alto continúa trabajando, frente al 17% en el quintil más bajo, lo que da cuenta de una permanencia laboral desigual y condicionada por la capacidad económica”.
A esto se suma el rol clave que desempeña la salud autopercibida en la decisión o posibilidad de seguir trabajando en la vejez. Un 31,1% de las personas mayores que califican su salud como excelente, muy buena o buena se encuentra ocupada, mientras que solo el 18,6% de quienes perciben su salud como regular o mala continúa trabajando. Esta diferencia también presenta matices de género: la brecha entre quienes reportan buena y mala salud alcanza 19,3 puntos porcentuales en los hombres, mientras que en las mujeres es de 8,2 puntos.
Las personas mayores que continúan trabajando después de la edad legal de jubilación se concentran principalmente en el comercio al por mayor y al por menor (19% de los hombres y 23% de las mujeres). Para los hombres, otros sectores relevantes incluyen la agricultura (14%) y el transporte y almacenamiento (11%). En el caso de las mujeres, se destaca la participación en actividades de los hogares como empleadores (18%) y la enseñanza (12%).
Informalidad y brechas estructurales
La informalidad es una característica persistente y significativa en la participación laboral de las personas mayores. La tasa de informalidad adopta una forma de “U” a lo largo del ciclo de vida: es alta en la juventud, disminuye en la adultez media y vuelve a aumentar en edades avanzadas.
Las brechas según nivel de ingresos son significativas. Entre los hombres de 65 a 69 años, el 79% del quintil de menores ingresos continúa trabajando, mientras que en el quintil de mayores ingresos lo hace solo el 36%. Esta diferencia de 43 puntos porcentuales refleja una fuerte desigualdad en las condiciones que motivan o exigen extender la vida laboral. Una tendencia similar se observa entre las mujeres, y estas brechas se mantienen incluso en edades más avanzadas
Asimismo, el 49,7% de las personas mayores que trabajan informalmente lo hace por cuenta propia, mientras que un 31,9% son asalariados informales del sector privado. Lo anterior revela una inserción laboral precarizada, ya que los ingresos medios de los trabajadores mayores informales (aproximadamente $350.000) son significativamente más bajos que los de los formales ($850.000 aprox.), lo que se traduce en una exclusión estructural y compromete la sostenibilidad del bienestar en la vejez.
En particular, las mujeres informales se concentran en el trabajo doméstico remunerado puertas afuera (10,7% del total de mujeres ocupadas). Estas cifras evidencian que, si bien muchas personas siguen activas laboralmente, lo hacen mayoritariamente en sectores de baja protección social y con escasas oportunidades de proyección.
Por otro lado, el reporte advierte un aumento sostenido en el porcentaje de personas mayores que buscan empleo: entre los 60 y 64 años, la tasa de desempleo pasó de 2,1% en 2010 a 4% en 2024, superando los niveles pre pandemia. El tiempo promedio de búsqueda de empleo aumenta con la edad, llegando a casi 12 meses para el grupo de 65 a 69 años.
Valentina comenta que “aunque el desempleo en las personas mayores parece bajo en las cifras oficiales, esto no necesariamente refleja una buena inserción laboral. Muchas veces, no pueden darse el lujo de declararse desempleadas y continúan en trabajos informales o por cuenta propia. Esa invisibilización estadística nos obliga a mirar más allá del indicador: lo que vemos no es pleno empleo, sino estrategias de sobrevivencia ante un mercado que aún ofrece pocas alternativas formales para este grupo”
El reporte identifica cinco líneas de acción prioritarias que pueden guiar políticas inclusivas, sostenibles y realistas para un mundo del trabajo que también envejece:
- Fomentar la empleabilidad a lo largo del curso de vida
- Prevenir la cronificación del desempleo en la población adulta y mayor
- Promover adaptaciones organizacionales para la inclusión y retención de trabajadores mayores
- Considerar salud ocupacional y condiciones laborales adecuadas
- Promover esquemas de jubilación flexibles que reconozcan el derecho al trabajo en la vejez
Estas propuestas buscan no solo responder a los desafíos del presente, sino también anticipar los requerimientos de una sociedad que envejece aceleradamente, donde 1 de cada 3 personas será mayor hacia mediados de siglo.
Macarena Rojas, directora de gestión del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, comenta que “este nuevo informe es clave para comprender los cambios en el mundo del trabajo en un país que envejece rápidamente. Conocer las motivaciones, desafíos y desigualdades de las personas mayores que siguen trabajando es fundamental para diseñar políticas públicas justas y sostenibles”.
Por su parte, Mauricio Fasce, gerente general de Compañía de Seguros Confuturo, afirma que “la evidencia es fundamental para acompañar el proceso de envejecimiento de la población chilena. En esta línea, como Compañía estamos comprometidos con contribuir al bienestar y la calidad de vida de las personas mayores, fomentando la incorporación de prácticas que favorezcan la inclusión y mantención de talento senior en las organizaciones, por lo que consideramos fundamental que las empresas, tanto públicas como privadas, tomen en cuenta la información expuesta, de manera de buscar alternativas que nos permitan avanzar como país en la valoración de equipos intergeneracionales”.
Fuente: Parla