La académica María Fernanda Salinas, de Terapia Ocupacional de UST Santiago,
nos explica cómo volver a la realidad tras un extenso periodo de relajo y sin
factores demandantes u estresantes.
Las vacaciones constituyen un periodo del año fundamental para desconectarse
de la rutina escolar o laboral, tiempo en el que socialmente están permitidas las
actividades de descanso y ocio, concretar reuniones que resulten placenteras ya
sea con familiares, amigos u otros.
Al finalizar este periodo la mayoría de las personas deben regresar a sus
actividades cotidianas, y este retorno implica retomar rutinas, hábitos, y roles
relacionados con el estudio y trabajo, lo que puede tener un impacto en el ámbito
de la salud mental de todos quienes enfrentan este desafío.
Para María Fernanda Salinas, académica de Terapia Ocupacional de la Universidad
Santo Tomás, sede Santiago, “cambiar desde un contexto o una situación de
descanso a un ambiente con mayores exigencias y responsabilidades, siempre
implicará aumentar el nivel de tensión para las personas, producto de su
exposición a un entorno estresante o demandante”.
De acuerdo a Salina, si no se realiza un adecuado manejo de la tensión, los signos
que se evidenciarán serán, por ejemplo: ansiedad, falta de atención, cansancio,
irritabilidad, alteraciones del sueño, entre otros. “Estos signos podrían constituir lo
que se conoce como síndrome postvacacional, que, si bien no existe consenso en
la sociedad científica sobre su existencia, cobra sentido cuando queremos explicar
la causa del malestar o desgano que sienten algunos individuos al reincorporarse
a las labores y rutinas cotidianas y que normalmente son signos que debiesen
desaparecer en un tiempo no mayor a 3 ó 4 semanas”, indicó.
En esa línea, explicó que numerosos estudios evidencian que el estrés está
presente en todos los contextos en que se desenvuelve el ser humano, incluido el
laboral y educativo. Por lo tanto, no solo debemos adaptarnos al cambio de rutina,
sino al estrés constante de la vida cotidiana, y para esto resulta fundamental la
flexibilidad mental del individuo, entendida como la capacidad que tiene el cerebro
para modificar el comportamiento y adaptarse a diferentes situaciones y personas
de forma rápida y adecuada. “A modo de ejemplo, la flexibilidad mental nos
permitiría buscar nuevas alternativas si el camino que elegimos habitualmente
para trasladarnos al trabajo o al colegio presenta problemas, como salir más
temprano de casa, tomar otra ruta o trasladarnos en un medio de transporte
alternativo. Junto con la flexibilidad mental, será importante la modificación
anticipada y progresiva de algunas actividades o hábitos propios de las
vacaciones, por lo que se recomienda adelantar paulatinamente los horarios de
dormir y cenar tanto en niños como en adultos. También se debe considerar
adelantar unos 4 o 5 días antes de comenzar colegio o trabajo, la hora para
despertar, la que sabemos se extiende en época de vacaciones. Estas estrategias
le permitirán a nuestro sistema adaptarse de mejor manera a las rutinas cotidianas
que se enfrentarán a partir de marzo”, detalló.
En niños también es aconsejable que los padres o cuidadores principales puedan
anticiparles los horarios que tendrá su rutina escolar, por lo que se sugiere acordar
horarios de levantada, desayuno y salida del hogar para dirigirse a su
establecimiento educacional.
“Por último, es muy relevante que todos los miembros de la familia desarrollen
alguna actividad de ocio o tiempo libre que sea compatible con trabajo y/o
estudios, de manera que exista un equilibrio ocupacional que permita cumplir con
las exigencias del ambiente sin impactar negativamente en la salud mental de sus
integrantes”, concluyó Salinas.
Fuente: Wearesimplicity.