Ya son varios los casos de lamentables agresiones en aulas y entornos escolares que han sido dados a conocer por la prensa o se expanden en las redes sociales. Lo preocupante es que entre peleas grabadas, amenazas y golpes, subsiste un dato clave y poco conocido: en 2023 se registraron más de 12.000 denuncias por problemas de convivencia escolar en Chile, de acuerdo a la Superintendencia de Educación y Acción Educar. La cifra confirma lo que muchos equipos pedagógicos viven a diario: una tensión creciente que desborda las salas de clases.
La pregunta es si estamos abordando el problema desde su raíz, porque la violencia que vemos en los colegios no nace en los patios ni en los pizarrones. Los conflictos de convivencia reflejan problemáticas más profundas, surgidas en familias tensionadas, comunidades fragmentadas y una salud mental deteriorada, especialmente tras la pandemia.
Durante este periodo, miles de niños, niñas y adolescentes enfrentaron pérdidas, aislamiento e incertidumbre. Aunque la emergencia sanitaria terminó, sus consecuencias siguen presentes: muchos estudiantes no han logrado recuperar habilidades para convivir, compartir, sentirse parte de un grupo o regular sus emociones. Si a esto sumamos hogares con más maltrato, estrés y desconexión emocional, las respuestas agresivas se vuelven más frecuentes y los vínculos aparecen dañados.
Por eso, insistir sólo en medidas punitivas no basta. Se requiere una respuesta sistémica que ponga foco en el bienestar socioemocional de las comunidades, más allá del aula. La prevención de la violencia no se decreta ni se impone: se construye con equipos formados, espacios de escucha y relaciones basadas en el respeto, con adultos capaces de contener y acompañar a los y las estudiantes.
Hoy más que nunca, las escuelas necesitan apoyo real: más profesionales especializados, más recursos y más tiempo para conversar. También se requiere voluntad política y social para entender que la convivencia no es un tema menor ni ajeno, sino un termómetro de cómo estamos viviendo como sociedad. Prevenir la violencia escolar es, en rigor, una urgente tarea colectiva.
Teresa Bustos G.
psicóloga del Centro de Familia y Comunidad de la Universidad Tecnológica Metropolitana Cefacom UTEM.
Fuente: Impronta.