Por Pablo Muñoz, HR Marketing Lead SoftServe Chile
Hace tiempo quedó atrás la era en que ofrecer un buen sueldo bastaba para atraer a los mejores talentos. Hoy, casi todos en el mundo empresarial entienden que la cultura importa. Que las personas buscan trabajar en organizaciones donde el ambiente sea sano, el liderazgo sea humano y, sobre todo, donde exista un propósito que les haga sentido.
Pero no cualquier propósito sirve. Lo que muchas compañías aún no logran comprender es que no se trata de tener la causa más noble o la historia más emotiva. Se trata de tener un propósito que sea coherente con el quehacer real de la empresa. Que esté conectado con lo que la organización sabe hacer mejor que nadie. Ahí es donde realmente se puede generar impacto.
Por ejemplo, una empresa tecnológica puede tener un enorme potencial de transformación social, pero ese impacto será mayor si lo canaliza a través de sus propias capacidades: educar en habilidades digitales, crear soluciones sostenibles o desarrollar herramientas que protejan el medio ambiente desde la innovación. No se trata de restar valor a las buenas intenciones, sino de recordar que el impacto más potente surge cuando se construye desde la experiencia.
Las empresas que alinean su propósito con su negocio no solo generan más impacto, también construyen una relación más honesta y poderosa con sus colaboradores. Porque cuando una persona siente que su trabajo tiene un sentido claro y que la empresa realmente sabe cómo lograrlo, no necesita grandes discursos para comprometerse.
Y esto no es solo intuición. Un estudio de Deloitte mostró que las empresas con un propósito definido y bien comunicado logran retener un 40% más de su equipo. Benevity, por su parte, reveló que aquellas que integran programas de impacto conectados a su core business reducen en un 52% la rotación durante los primeros años.
Hoy no basta con querer hacer el bien. Las personas buscan trabajar en lugares donde ese “bien” esté claramente definido, sea parte del día a día y se construya con coherencia. Porque el talento no se moviliza por eslóganes, sino por propósitos vividos.
La buena noticia es que no se necesita inventar una gran causa para construir un gran propósito. Basta con mirar hacia dentro, reconocer lo que se sabe hacer bien y usarlo para transformar positivamente el entorno. Ahí es donde el propósito se vuelve real. Y donde el trabajo empieza a importar de verdad.
Fuente: Corpo.