Una silenciosa epidemia afecta a nuestra sociedad por estos días: la sobrecarga informativa. Se trata de un fenómeno que impacta especialmente en los jóvenes, una sensación de agobio por la cantidad de contenidos hasta el punto de sentirse desorientados. Se manifiesta como una especie de crisis, provocada por un exceso de estímulos que distraen la mente.
La avalancha constante de datos supera la capacidad natural de nuestro cerebro para procesarlos. Esta condición genera agobio y provoca síntomas como estrés, ansiedad, insomnio, problemas de concentración y dificultad para tomar decisiones. Las redes sociales, como reflejo claro de la era digital, amplifican esta problemática, inundando con un caudal de datos que a menudo sobrepasa nuestros límites cognitivos y de energía.
Lo que en su momento fue concebido como una ventana de acceso al mundo, ha terminado por convertirse en una fuente de fatiga mental y ansiedad constante, una necesidad de estar permanentemente conectados que deteriora nuestro bienestar.
Desde una óptica bibliotecaria, es posible señalar que hay una herramienta eficaz para contrarrestar esta sobrecarga: la lectura de un libro. Se requiere cambiar esas horas perdidas en el scroll infinito de las redes sociales —diseñadas para el consumo rápido de información— por el tiempo pausado que exige la lectura de un cuento o una novela.
Se trata de una actividad que facilita el orden de las ideas, disminuye la presión y el estrés sin que apenas nos demos cuenta. Al requerir concentración, la lectura nos aleja de la multitarea constante y favorece un estado mental más tranquilo.
Calidad del sueño
La lectura literaria invita a sumergirse en mundos diferentes, desconectando el cerebro del ruido externo, obligándolo a reorganizarse. Un estudio realizado por el neuropsicólogo David Lewis (Universidad de Sussex) demuestra que tan sólo 6 minutos de lectura pueden reducir los niveles de estrés hasta en un 68%, siendo incluso más efectiva que otras formas comunes de relajación como la música (61%), tomar una taza de té (54%), dar un paseo (42%) o los videojuegos (21%).
Más allá de la calma inmediata, la lectura consciente aporta variados beneficios, permitiendo trabajar la capacidad de concentración. En un mundo plagado de micro-atenciones, entrenar el cerebro para que logre enfocarse por periodos prolongados resulta fundamental para potenciar la capacidad de atención.
Ayuda también a mejorar la calidad del sueño, ya que es bien sabido que la exposición a la luz de las pantallas y al contenido estimulante de redes sociales antes de dormir son enemigos del sosiego. Reemplazar, entonces, esos hábitos por la lectura de un libro impreso ayudan a preparar la mente a un reparador descanso.
La idea no es demonizar las redes sociales, sino que usarlas con conciencia, pensando siempre en nuestro bienestar mental. Por eso, la invitación es a establecer horas sin redes sociales, sustituyendo su uso por un libro. De esta manera, le damos un espacio a nuestro cerebro para desintoxicarse y sumirse en la calma de una buena historia. La mente lo agradecerá y el nivel de estrés disminuirá. Porque en mundo actual, el acto de leer más que un pasatiempo, es una poderosa terapia para la mente sobrecargada.
Cherie Flores Fernández
Bibliotecaria Documentalista, Magíster para la docencia en educación superior, Diplomada en educación emocional y bienestar.
Académica del Departamento de Gestión de la Información de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM).
Fuente: Impronta