- En la evolución del modelo urbano, Minsait (Indra Group) apuesta por una transformación basada en la gobernanza inteligente y la colaboración entre instituciones, empresas y ciudadanía
Durante años, el concepto de Smart City simbolizó la promesa del progreso urbano: conectividad, movilidad inteligente, sostenibilidad y eficiencia. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que la tecnología, por sí sola, no basta para mejorar la vida en las ciudades. “El desafío que enfrentamos hoy no consiste únicamente en desplegar tecnología de forma inteligente, sino en re-imaginar el nuevo modelo urbano desde una perspectiva profundamente humana”, explica Marcos Pampliega, responsable de Smart Cities en Minsait (Indra Group).
Es precisamente esta conexión —humana y digital a la vez— la que da alma al nuevo modelo urbano: la Ciudad 5.0, una evolución natural de las ciudades inteligentes que incorpora un propósito más humano, social y cultural. En este enfoque, el desarrollo económico se entrelaza con la resolución de desafíos sociales, mientras la tecnología deja de ser un fin en sí misma para convertirse en un puente entre el mundo físico y digital, capaz de generar impacto real en la vida cotidiana de los ciudadanos.
La relevancia de esta visión se refleja en hitos como el Día Mundial de las Ciudades Inteligentes y espacios de encuentro globales como el Smart City Expo World Congress que se celebra estos días en Barcelona, donde no solo se promueve la reflexión y se exhibe innovación, sino que redefinen colectivamente qué significa ser “inteligente” en el siglo XXI.
Tecnologías al servicio del bienestar colectivo
La apuesta de compañías como Minsait por una inteligencia urbana centrada en la persona se traduce en un enfoque tecnológico con propósito. Esta visión se sostiene sobre tres pilares fundamentales: gestión avanzada y segura de datos, coordinación institucional ágil y formación digital inclusiva.
Los frutos de esta estrategia ya se dejan ver en distintas ciudades, tanto dentro como fuera de España, donde la compañía acompaña a las administraciones en sus procesos de transformación: en Las Palmas de Gran Canaria, una plataforma urbana ya optimiza la gestión del agua, mejora la movilidad y aumenta la tasa de reciclaje; en Logroño, un sistema de big data permite decisiones municipales más sostenibles; y en ciudades como Helsinki o Casablanca, la gestión inteligente del dato contribuye a mejorar la calidad del aire y monitorizar recursos urbanos.
Según Marcos Pampliega, la tecnología, si no se acompaña de equidad, puede generar nuevas brechas en lugar de cerrarlas. En sus palabras, “las ciudades inteligentes no deben convertirse en proyectos elitistas ni limitarse a soluciones meramente técnicas; deben ser abiertas, inclusivas y centradas en todos los sectores productivos”.
Asimismo, insiste en que la verdadera innovación no reside en la complejidad de los sistemas implementado, sino en su capacidad para generar bienestar compartido. “La inteligencia artificial solo cobra sentido cuando sirve a las personas: anticipando problemas, optimizando recursos y facilitando la comunicación con la administración”.
En esta narrativa urbana, la colaboración público-privada, la ruptura de silos institucionales y el aprovechamiento eficaz de los fondos europeos son claves para crear ecosistemas abiertos donde convergen tecnología, política y ciudadanía. La digitalización se convierte así en una oportunidad para construir ciudades habitables, humanas y resilientes.
Un nuevo horizonte para la urbe
Más allá de la sofisticación tecnológica, el verdadero valor de una ciudad se mide por su capacidad de adaptarse a las necesidades reales de su población. Y la manera de lograrlo, según Pampliega, es reconocer que lo que realmente transforma el entorno urbano es el uso consciente de la innovación para fortalecer el tejido social, reducir desigualdades y mejorar la experiencia cotidiana.
Avanzar hacia entornos más justos, accesibles y sostenibles requiere una visión que combine progreso técnico con sensibilidad humana. No se trata solo de construir infraestructuras inteligentes, sino de tomar decisiones que fomenten la participación, refuercen los vínculos comunitarios y promuevan una convivencia más equilibrada.” La ciudad del futuro no será la más tecnológica, sino aquella que ponga la vida de sus habitantes en el centro de cada decisión”, concluye el experto.
Fuente: We Comunicaciones