- El aumento de delitos violentos, la exposición constante a noticias de homicidios y portonazos, y la expansión del crimen organizado han instalado un clima de inseguridad en el país.
- El miedo al crimen organizado y a la violencia ha dejado de ser un tema exclusivo de seguridad pública para convertirse en un desafío de salud mental y cohesión social.
El aumento de hechos delictivos y la presencia del crimen organizado no solo impactan en la seguridad pública: también generan un profundo efecto psicológico en la ciudadanía. El psicólogo y docente de ADIPA Mauricio Valdivia advierte que: “Cuando el miedo le cambia la vida a las personas, deja de ser una percepción y pasa a ser una realidad. Aun cuando no haya habido una experiencia directa de delito, la gente ya se convierte en víctima de esta sensación”.
Este fenómeno, conocido como percepción de inseguridad, combina factores objetivos (la ocurrencia real de delitos) y subjetivos (la forma en que la ciudadanía interpreta y siente esa realidad). El resultado es que el miedo se instala como un elemento que transforma rutinas y decisiones cotidianas.
Ahora bien, en el ámbito de la victimología, Valdivia distingue entre victimización primaria (quienes sufren directamente un delito), secundaria (el costo emocional de enfrentar procesos judiciales y policiales), y terciaria o de cuarto grado, que afecta a quienes, sin ser víctimas directas, viven el miedo y las consecuencias en su entorno cercano. “Hoy prácticamente todos conocemos a alguien que ha sido víctima de un delito. Esa cercanía transforma la percepción en un hecho que impacta la vida emocional y social de las comunidades”, sostiene Valdivia.
De esta forma, la violencia y el crimen organizado no solo generan cifras policiales, sino que se traducen en cambios concretos: padres que recogen antes a sus hijos, familias que dejan de ir a plazas o parques, ciudadanos que invierten en rejas y alarmas, y comunidades que adoptan un estilo de vida marcado por la precaución.
El especialista de ADIPA advierte que la percepción de inseguridad amplifica síntomas psicológicos como ansiedad, insomnio y estrés crónico. Además, modifica la forma en que las personas se relacionan. “El mundo se vive con más ansiedad y con una mirada persecutoria: la gente anda más irritable, más intolerante, y responde de forma desproporcionada ante conflictos menores”, señala.
Este fenómeno se suma a una cultura que, según el profesional, maneja de manera deficiente las emociones. Esa combinación facilita respuestas irracionales, como episodios de violencia desmedida en situaciones cotidianas.
Aunque la inseguridad es hoy una preocupación transversal, independiente de la comuna, el nivel socioeconómico o la región, los sectores más pobres son los que sufren con mayor intensidad. “Los que menos tienen son los que más sufren el efecto del delito. Viven en sectores marcados por la violencia, el narcotráfico y la carencia de recursos para protegerse”, explica.
En estos contextos, la falta de oportunidades educativas y laborales se combina con la presencia del crimen organizado, que recluta a jóvenes y adolescentes sin proyección de futuro. Según datos mencionados por el experto, en Chile alrededor de 50.000 niños dejan de matricularse cada año, y más de 3 millones de adultos no completaron la educación media, lo que genera un terreno propicio para la marginalidad y la delincuencia.
Valdivia advierte que, en los últimos cinco años, la tasa de homicidios se duplicó, pasando de 2-3 a más de 6-7 por cada 6.000 habitantes. Además, mientras antes la mayoría de los homicidios se producían entre conocidos, hoy cerca del 50% de los casos corresponde a autores desconocidos, lo que incrementa la sensación de amenaza en la población.
Pese al panorama, el docente de ADIPA reconoce que Chile mantiene fortalezas institucionales que lo diferencian de otros países de la región. La solidez relativa de sus instituciones aún genera confianza y esperanza en la ciudadanía.
En el plano psicológico, recomienda abordar el tema con preparación y diálogo. “Así como en Chile hablamos en familia de qué hacer en caso de terremoto, hoy debemos hablar sobre seguridad frente a delitos. No se trata de asustar, sino de preparar. Guardarse el miedo solo aumenta el daño”, concluye el especialista.
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Fuente: Comunícate 360