La ciberseguridad en Chile está atravesando un punto de inflexión. Hoy el país enfrenta una ofensiva digital cada vez más sofisticada, dirigida y persistente, casi quirúrgica. Los ataques ya no son masivos ni aleatorios; hoy buscan vulnerar eslabones críticos en cadenas de suministro, comprometer accesos privilegiados y secuestrar información vital para luego negociar rescates millonarios en la dark web. Sectores como retail, energía, logística y educación ya están sintiendo el impacto, con interrupciones operativas y daños reputacionales que ponen en jaque su continuidad.
El desafío, sin embargo, trasciende lo técnico. Pensar en ciberseguridad como un asunto exclusivo del área de TI es un error estratégico. Las organizaciones deben comprender que el riesgo digital es, ante todo, un riesgo de negocio. No se trata solo de instalar firewalls o actualizar antivirus, sino de construir resiliencia organizacional: la capacidad de anticipar ataques, absorber el golpe cuando ocurre un incidente y recuperarse con rapidez, minimizando el daño.
Hoy existe un nuevo “tridente delictivo” —phishing avanzado, ransomware y explotación de accesos privilegiados— que no distingue tamaño ni industria. Los ciberdelincuentes buscan oportunidad, no notoriedad. Y mientras más interconectadas estén nuestras operaciones, mayor es la superficie de ataque. La buena noticia es que hoy contamos con más herramientas para pasar de la reacción a la anticipación: inteligencia de amenazas, monitoreo continuo en la dark web, y plataformas que convierten señales dispersas en alertas accionables.
La resiliencia, en este contexto, exige liderazgo. Los directorios y gerencias generales deben involucrarse en la gestión del riesgo digital y tratarlo con la misma seriedad que los riesgos financieros o regulatorios. Requiere inversión, pero sobre todo visión: comprender que proteger la información es proteger la confianza de clientes, proveedores y de la sociedad en general.
Chile no puede esperar a que el próximo ciberataque sea portada de diarios para actuar. El llamado es claro: transformar la ciberseguridad en una prioridad estratégica, con inteligencia, colaboración público-privada y una cultura organizacional que entienda que la prevención siempre será menos costosa —y menos dolorosa— que la reacción. El futuro digital del país depende de ello.Carlos San Martín, director de crecimiento Netdata Cybersecurity
Fuente: Impronta.