Señor director:
El reciente fallo que condena a José Morales por el femicidio no íntimo de Daniela Olate marca un antes y un después en la justicia chilena. Por primera vez se aplica esta figura legal, reconociendo que la violencia letal contra las mujeres no requiere una relación previa para ser llamada por su nombre. Eso es un avance indispensable y, al mismo tiempo, una señal de lo mucho que nos había costado mirar la realidad de frente.
El caso de Daniela estremece por su brutalidad, pero también por lo que revela: una joven de 23 años, haciendo un trayecto habitual, confía por un instante en alguien que aparenta ser un conductor seguro. Esa mínima confianza, que cualquiera podría entregar, fue utilizada para vulnerarla de la peor forma. Y aunque el sistema respondió con una investigación seria y rigurosa, nada repara la vida arrebatada ni el dolor que queda detrás.
Este fallo no solo hace justicia: también abre camino y nos interpela. No basta con que la ley reconozca todas las formas de violencia contra las mujeres si seguimos nombrando los femicidios como homicidios “a secas”, o si permitimos que la brutalidad se diluya detrás de tecnicismos. Llamar las cosas por su nombre es el primer paso para cambiarlas.
Este precedente jurídico es importante, pero no puede quedarse ahí. Necesitamos prevención, educación y un compromiso real del Estado para que ninguna mujer tema por su seguridad en los espacios más cotidianos.
Que el nombre de Daniela no sea solo el primero en una lista legal, sino un llamado urgente y doloroso a una sociedad que debe aprender, de una vez por todas, a proteger a sus mujeres antes de que sea demasiado tarde.
Carmen Gloria Arroyo
Socia del área de familia de GrupoDefensa.cl
Fuente: Simplicity.