Por Cristian Pereyra, consultor senior Symnetics
Chile vive un momento silencioso, pero no menor, de transformación en sectores claves
como telecomunicaciones, minería y salud. Las señales están ahí: venta de activos
estratégicos, ajustes regulatorios y una creciente presión por hacer más con menos. Y en
medio de este torbellino, una verdad incómoda se hace cada vez más evidente: muchas
organizaciones no están preparadas para moverse con agilidad en un entorno incierto y
cambiante.
Sí, hemos avanzado en digitalización. Vemos plataformas en línea, sensores inteligentes,
atención remota y dashboards con datos en tiempo real. Pero ese progreso técnico no es
sinónimo de adaptabilidad. La eficiencia operativa no reemplaza la flexibilidad estratégica.
Automatizamos, pero seguimos pensando igual.
Es como conducir el auto más moderno del mercado… sin mirar el camino. Se avanza, sí,
pero sin rumbo claro ni capacidad de reacción ante una curva imprevista. Por ejemplo, las
telecomunicaciones han digitalizado la atención al cliente, pero mantienen servicios
estructurados sobre modelos tradicionales que no se ajustan a las demandas actuales de
los consumidores. En la minería se han implementado sistemas avanzados de monitoreo,
mientras las organizaciones continúan enfrentando cambios en precios o regulaciones con
estructuras operativas poco flexibles. En el sector salud predomina una lógica reactiva, sin
mecanismos efectivos de anticipación ni capacidades instaladas para una colaboración
integrada.
Pero la pregunta ya no es cuánta tecnología tenemos, sino cuánto hemos cambiado nuestra
manera de pensar y decidir. Porque el gran desafío no es técnico, es cultural. Necesitamos
organizaciones que cuestionen sus certezas, que aprendan rápido, que usen los datos no
solo para reportar, sino para decidir distinto y mejor. Organizaciones donde el error no se
castigue, sino que se convierta en insumo para evolucionar.
Eso implica liderazgo con coraje, equipos empoderados, procesos más horizontales y una
mentalidad de aprendizaje constante. Implica dejar atrás el “esto siempre se ha hecho así” y
reemplazarlo por un “¿qué deberíamos estar haciendo distinto hoy?”.
Chile tiene con qué hacerlo. Hay talento, hay experiencia acumulada y hay líderes que
están dispuestos a transformar. Pero el tiempo apremia. En un mundo donde la disrupción
dejó de ser la excepción para convertirse en la regla, adaptarse no es una ventaja: es una
condición para sobrevivir. Automatizar fue solo el primer paso. Hoy, lo que nos define no es
la tecnología que usamos, sino la capacidad que tenemos para reinventarnos a tiempo.
Fuente: publicoporternovelli.