Por Maximiliano Escaffi, Director de Investigación, Facultad de Administración y Economía de la Universidad Diego Portales
Según un informe reciente de la Superintendencia de Seguridad Social (SUSESO), 74% de las enfermedades profesionales diagnosticadas por las mutuales son por temas de salud mental. Esta cifra es particularmente compleja para las mujeres, ya que 73% de las enfermedades profesionales asociadas con salud mental están relacionadas con mujeres, mientras 27% son de hombres. Estos números nos recuerdan que el trabajo, tal como está organizado hoy, puede ser una fuente significativa de malestar emocional.
La evidencia científica es clara. Los riesgos psicosociales —las condiciones del trabajo que afectan la salud mental, emocional y física— son un factor crítico en el bienestar laboral. No se relacionan con máquinas ni accidentes, sino con dinámicas cotidianas: cargas excesivas, malas relaciones interpersonales, jefaturas que no saben acompañar, horarios que impiden descansar o tareas poco claras que generan incertidumbre permanente.
Reconociendo este impacto, Chile desarrolló un protocolo para identificar y gestionar estos riesgos, actualizado en 2022 con el Cuestionario de Evaluación del Ambiente Laboral – Salud Mental (CEAL-SM). Este instrumento representó un avance importante en la prevención y gestión de los riesgos psicosociales, alineándose con estándares internacionales. Sin embargo, en un país donde las enfermedades mentales asociadas al trabajo son ya mayoría, es necesario pensar en mejoras que permitan comprender mejor la complejidad del fenómeno.
A nivel internacional existe consenso: los riesgos psicosociales no surgen en un solo lugar. Son el resultado de factores que interactúan en distintos niveles: individual (como la carga de trabajo), grupal (dinámicas del equipo), liderazgo (calidad de la supervisión) y organizacional (políticas, cultura y recursos). Sin embargo, aunque el CEAL-SM incluye dimensiones en todos estos niveles, su enfoque sigue siendo principalmente individual. De las 12 dimensiones, la mitad mide aspectos ligados a la experiencia personal del trabajador, y solo algunas capturan elementos grupales, de liderazgo u organizacionales. Esto reduce la posibilidad de comprender de forma completa el origen del problema.
Las recomendaciones del manual tampoco consideran una perspectiva multinivel. Por ejemplo, si se identifica exceso de trabajo, se sugieren capacitaciones o ajustes puntuales en procesos. Pero muchas veces la solución requiere intervenciones simultáneas: rediseñar tareas, mejorar la colaboración del equipo y fortalecer las habilidades de liderazgo para distribuir la carga de manera equilibrada.
Algo similar ocurre con los indicadores de salud ocupacional. El estrés es individual, pero la rotación, la reputación del empleador o las licencias médicas son organizacionales. Sin una lectura integrada, se pierde la oportunidad de entender cómo los riesgos en un nivel pueden manifestarse en otro.
La evidencia internacional muestra que los modelos multinivel son más efectivos para identificar, prevenir y gestionar los riesgos psicosociales. Entregan información más detallada y específica sobre dónde intervenir y cómo mejorar la salud mental de los trabajadores. Sin embargo, en Chile aún no contamos con estudios que validen este enfoque de manera sistemática.
Hoy, cuando la salud mental se ha convertido en el principal diagnóstico laboral del país, avanzar hacia un modelo más alineado con la realidad organizacional es una urgencia.
Fuente: Vinculación.