Adoptar metodologías de trabajo más sostenibles e incorporar herramientas digitales y de
inteligencia artificial orientadas a apoyar a los profesionales será clave para resguardar su
bienestar y asegurar diagnósticos más oportunos.
Región Metropolitana, 23 de diciembre de 2025. El agotamiento crónico de los
profesionales de la salud dejó de ser una preocupación puntual para convertirse en una
amenaza estructural para los sistemas sanitarios. De acuerdo con proyecciones de la
Association of American Medical Colleges, para el año 2033 Estados Unidos podría enfrentar
un déficit de entre 17.000 y 42.000 radiólogos, patólogos y psiquiatras. Esta escasez se
produce en un contexto en el que los estudios de diagnóstico por imágenes crecen hasta un
5% anual, mientras las plazas de residencia en radiología apenas aumentan un 2%. La
ecuación es clara: la demanda crece a un ritmo que el talento humano no alcanza a seguir –
y esto se puede ver reflejado en todo el mundo.
Este desequilibrio genera un impacto directo en la capacidad de atención y acelera un
círculo de desgaste que afecta directamente el bienestar de quienes trabajan en el sector.
Más pacientes, más estudios, más presión por resultados rápidos y precisos, pero con
menos personal disponible para asumir esa carga. El resultado es un entorno de trabajo
cada vez más exigente, que incrementa el riesgo de errores, reduce la calidad de vida y
empuja a muchos profesionales a abandonar la práctica clínica.
Históricamente, el discurso alrededor del burnout en salud se ha centrado en la resiliencia
individual: aprender a “manejar el estrés”, optimizar el tiempo, mejorar las rutinas de
autocuidado. Sin embargo, la evidencia apunta a que el problema es más profundo. No se
trata solo de la fortaleza de las personas; es necesario abarcar la forma en que están
diseñados los sistemas, las cargas operativas, los flujos de trabajo y la interacción con
tecnologías cada vez más complejas.
En este contexto, adoptar metodologías laborales más sostenibles y herramientas que
realmente alivien —y no incrementen— la carga del personal se vuelve una prioridad. La
incorporación de soluciones digitales, automatización de procesos e inteligencia artificial
aplicada al diagnóstico puede marcar una diferencia significativa siempre que estén
pensadas para apoyar, y no sustituir o sobre exigir, al profesional de la salud. El verdadero
avance está en combinar los apoyos tecnológicos y capacitar al personal para que exista una
armonía entre el trabajo eficiente y el apoyo en soluciones tecnológicas de alto nivel.
Entre los principales aportes de la tecnología al bienestar del personal de salud se
encuentran:
● Reducción de tiempos en la detección y el diagnóstico, al agilizar la lectura y el
procesamiento de estudios.
● Automatización de tareas repetitivas y administrativas que hoy consumen gran parte
de la jornada clínica.
● Mayor eficiencia en la gestión y visualización de datos clínicos, reduciendo reprocesos
y errores derivados de la fatiga.
● Flujos de trabajo más claros, integrados y organizados, que disminuyen la fricción en el
día a día.
● Reducción de la carga cognitiva del profesional, permitiéndole enfocar su atención en
la toma de decisiones clínicas y en la atención directa al paciente.
“Invertir en tecnología sin pensar en las personas equivale a ignorar el riesgo más grave: que
el cuerpo médico termine exhausto y el sistema se quiebre. La modernización diagnóstica y
terapéutica tiene que ir acompañada de humanidad, de respeto por quienes día a día
sostienen la salud de todos”, comentó Ekaterina Podnebesnova, directora general de
Siemens Healthineers para Chile, Argentina y Uruguay.
Poner el burnout del personal médico sobre la mesa es una urgencia. El futuro del sistema
de salud depende, en buena medida, de que quienes lo hacen posible puedan ejercer su
labor con dignidad, equilibrio y condiciones que les permitan seguir cuidando sin destruirse
en el intento.
Fuente: LlyC.