La salud mental de los profesores en Chile vive un momento crítico. Largas jornadas laborales, demandas administrativas, presión social y escaso reconocimiento institucional han convertido la enseñanza en una profesión de alto desgaste emocional.
Un reciente estudio sobre el Índice Nacional de Bienestar Docente, realizado por diversas entidades del ámbito educativo de Chile, revela que más de la mitad de los docentes (56%) presenta signos de malestar emocional y agotamiento psicológico, mientras que un 30% muestra síntomas severos asociados a estrés crónico, ansiedad o depresión. A esto se suma que casi uno de cada cinco docentes (19%) presenta cuadros de depresión moderada a severa, lo que refleja la profundidad del malestar psicológico que afecta hoy al profesorado chileno.
Los docentes enfrentan hoy una de las etapas más complejas de los últimos años, advierte Priscilla Rojas, profesora de Educación Diferencial y psicóloga de ADIPA, “Actualmente, la salud mental de los docentes se encuentra muy afectada por la sobrecarga laboral, la falta de apoyo de los superiores y un clima laboral negativo. Muchos presentan síntomas de estrés, ansiedad, depresión y agotamiento extremo”.
De acuerdo con la especialista, el aumento de licencias médicas relacionadas con el estrés laboral es un reflejo de un sistema que no está ofreciendo las condiciones necesarias para sostener el trabajo docente. “Podríamos decir que los profesores están en un punto de alta vulnerabilidad. La intensificación del trabajo y la falta de espacios reales de autocuidado dentro de las instituciones los ha llevado a un desgaste emocional, cognitivo y físico”, advierte la profesional.
El estudio también muestra que ocho de cada diez profesores perciben que su carga laboral ha aumentado en los últimos años y siete de cada diez que no cuentan con apoyo suficiente de sus instituciones para cuidar su bienestar emocional. Estos datos confirman una tendencia que se arrastra desde la pandemia, cuando las condiciones laborales y emocionales del profesorado se deterioraron significativamente. El escenario se agrava al considerar que más del 39% de los profesores ha sido agredido por estudiantes al menos una vez durante el año escolar, una situación que no solo afecta su bienestar emocional, sino también el clima escolar y la percepción de seguridad dentro de las aulas.“Muchos docentes sienten que se espera de ellos más de lo que humanamente pueden dar. Esa exigencia, unida a la falta de apoyo institucional, termina generando frustración, desmotivación y, en muchos casos, cuestionamientos vocacionales”, comentan de ADIPA.
El rol de las instituciones: promover una cultura de bienestar
Desde ADIPA, Rojas enfatiza que las instituciones educativas deben asumir un rol activo y sostenido en la prevención del desgaste docente. “No basta con reaccionar ante las crisis. Se necesita una gestión del bienestar que forme parte de la cultura escolar”, explica.
Entre las medidas más urgentes, la psicóloga destaca la gestión adecuada de las cargas laborales, la optimización de procesos administrativos y la creación de espacios formales de autocuidado y acompañamiento emocional dentro de las comunidades educativas. “El liderazgo directivo es fundamental. Cuando un equipo siente que su bienestar importa y que es valorado, aumenta la motivación y se mejora el clima escolar. La salud mental del profesorado tiene un impacto directo en la calidad del aprendizaje”, sostiene la psicóloga.
Algunos establecimientos ya están dando pasos concretos en esta dirección. La especialista menciona experiencias exitosas donde se han implementado programas de apoyo psicológico, estrategias de reducción de carga laboral y políticas internas orientadas a fomentar climas escolares positivos y colaborativos.
El autocuidado como práctica cotidiana
Más allá de las políticas institucionales, Rojas subraya que el bienestar docente debe ser una prioridad en la agenda educativa nacional “No se puede enseñar desde el agotamiento. Necesitamos un sistema que cuide a quienes cuidan y educan”, afirma.
Ante la falta de espacios para el cuidado propio, la profesional manifiesta: “Pequeños hábitos pueden marcar una diferencia. El autocuidado no debe verse como un lujo, sino como una necesidad para poder sostener la labor educativa con sentido y equilibrio”, explica.
Sin embargo, reconoce que los principales obstáculos para el autocuidado son la falta de tiempo, la sobrecarga y la cultura de perfeccionismo que predomina entre los profesores. “Muchos sienten culpa si admiten que están agotados o si ponen límites. Por eso es fundamental promover una cultura institucional que legitime el cuidado personal como parte del trabajo docente”, enfatiza.
Finalmente, Rojas subraya la importancia de formar a los docentes en competencias socioemocionales que les permitan fortalecer su resiliencia frente a los desafíos cotidianos. “Capacitaciones en gestión emocional, comunicación asertiva, manejo del estrés y autocontrol son esenciales para que los profesores puedan sostener su rol sin poner en riesgo su salud mental. La resiliencia, en educación, se construye colectivamente”, concluye.
Fuente: Comunícate 360