El cáncer de mama no sólo irrumpe en la vida de quien recibe el diagnóstico, sino también
en la de su entorno. Familiares, amistades y compañeros sienten el golpe emocional de la
noticia y, muchas veces, enfrentan el desafío de encontrar las palabras adecuadas para
acompañar. No siempre es fácil saber qué decir o cómo actuar, pero el afecto, la empatía y
la paciencia pueden ser tan terapéuticos como el propio tratamiento.
En Chile, el cáncer de mama sigue siendo la primera causa de muerte oncológica en
mujeres. Detrás de esa realidad hay historias marcadas por el miedo, la incertidumbre y
también por una red silenciosa de personas que acompañan con amor.
Acompañar no significa llenar los silencios con frases hechas ni exigir fortaleza. A veces, el
“sé fuerte” o el “piensa en positivo” suenan más a mandato que a consuelo. Escuchar sin
juzgar, ofrecer presencia sin invadir y respetar los tiempos de la otra persona son gestos
que valen más que cualquier palabra.
El apoyo también se expresa en gestos simples: ayudar en lo práctico, acompañar a un
examen o preparar una comida. Son pequeñas acciones que devuelven una sensación de
normalidad en medio del tratamiento. Y cuando la persona necesita espacio, respetarla
también es una forma de cariño.
Quienes acompañan deben recordar que no tienen todas las respuestas. Su rol no es
solucionar, sino sostener: estar disponibles, ofrecer calma y entender que cada proceso es
único. Del mismo modo que quien enfrenta el cáncer requiere apoyo médico y psicológico,
su entorno también puede beneficiarse de orientación profesional o grupos de contención.
Acompañar es, en definitiva, una forma de cuidar la vida. Es tender una mano sin forzar,
escuchar sin interrumpir y sostener la esperanza incluso en los días más inciertos. Porque a
veces, lo que más sana no es lo que se dice, sino el simple acto de estar.
Dr José Solis
Oncólogo
Los Carrera Interclinica
Fuente: Impronta.