En Chile, hasta un 30% de las infecciones hospitalarias notificadas se deben a complicaciones tras una cirugía según datos del Programa Nacional de Prevención y Control de Infecciones Asociadas a la Atención de Salud (IAAS) del Ministerio de Salud. En algunos casos, estas heridas no cicatrizan adecuadamente y evolucionan hacia lo que los especialistas denominan heridas quirúrgicas de difícil manejo.
Según la enfermera y Clinical Specialist de Solventum Sandra Inzunza, es una condición que puede duplicar los días de hospitalización y aumentar los costos de atención hasta en un 50%. “Muchas veces no solo se generan complicaciones por el procedimiento inicial, sino por una suma de factores biológicos, sociales y clínicos, por lo que se vuelve necesario un enfoque más avanzado en su tratamiento” sostuvo la profesional.
¿Qué es una herida de difícil manejo?
Son aquellas heridas que se estancan en la fase inflamatoria del proceso de cicatrización y/o se infectan. Esto puede ocurrir por múltiples factores: mala irrigación, comorbilidades, uso de algunos medicamentos, estrés, ambiente poco propicio, mal cuidado postoperatorio o infecciones no tratadas a tiempo, etc.. Las consecuencias no son menores y pueden significar más días de cama, más uso de antibióticos, más tiempo profesional, más riesgo de reintervención y hasta amputaciones o discapacidades permanentes.
El impacto no es solo físico. Pacientes con esta condición pueden enfrentar también secuelas psicológicas y sociales: estrés, aislamiento o pérdida de autonomía, lo que amplifica la carga sobre el sistema de salud y sus familias.
¿Qué nuevas tecnologías pueden generar ahorros en salud?
Tradicionalmente, estas heridas se han tratado con irrigación, apósitos antimicrobianos, desbridamiento y antibióticos. Sin embargo, en los últimos años, han surgido terapias avanzadas que permiten intervenir antes que las complicaciones escalen.
Una de las más estudiadas es la Terapia de Presión Negativa (TPN), que utiliza un sistema de succión controlada sobre la herida para estimular el flujo sanguíneo, reducir la carga bacteriana y favorecer la regeneración del tejido.
Dentro de esta categoría, existen versiones más innovadoras que combinan la terapia de presión negativa con instilación automatizada de soluciones tópicas, lo que permite lavados controlados del lecho de la herida y una mejor limpieza sin dañar el tejido.
Según un metaanálisis clínico liderado por el investigador Allen Gabriel, esta técnica combinada:
- Reduce en un 43% el tiempo de cicatrización comparado con TPN estándar.
- Disminuye en un 13% las infecciones quirúrgicas.
- Reduce en hasta un 50% los costos hospitalarios, al evitar complicaciones y estadías prolongadas.
En el ámbito de las terapias más avanzadas con terapia de presión negativa, existen soluciones que combinan esta tecnología con la instilación automatizada de soluciones tópicas, como suero fisiológico. Según la especialista de Solventum, Sandra Inzunza, esta combinación (presente en tecnologías como la terapia 3M V.A.C® Veraflo) permite limpiar de forma controlada el lecho de la herida, eliminar restos infecciosos y acelerar el proceso de cicatrización.
“Estas soluciones no reemplazan a los tratamientos clásicos, sino que los complementan en pacientes seleccionados, permitiendo intervenciones más efectivas y menos invasivas”, precisa Inzunza.
¿Son aplicables en todos los casos?
No siempre. La aplicación de tecnologías avanzadas requiere evaluación clínica, diagnóstico claro, desbridamiento adecuado y un entorno hospitalario capacitado. Si la infección ha avanzado a nivel sistémico, el uso exclusivo de estas terapias puede ser insuficiente o incluso contraproducente.
“La clave está en combinar conocimientos y evaluar cada caso con criterio clínico. Hay heridas donde lo más básico, bien hecho, puede ser más eficaz que lo más sofisticado”, señala la especialista.
Un abordaje integral
Más allá de la tecnología, los expertos coinciden en que el éxito en el tratamiento de heridas complejas requiere un enfoque integral: monitoreo frecuente, protocolos estandarizados, personal capacitado y participación activa del paciente.
“Una herida mal manejada puede transformarse en un problema mayor. Por eso no basta con aplicar un dispositivo: hay que saber cuándo, cómo y en qué contexto hacerlo”, concluye Inzunza.
Fuente: EK.