- Podóloga entrega recomendaciones clave para cuidar el desarrollo natural de los pies en los primeros años de vida.
Existen distintas opiniones sobre cuándo y cómo debe comenzar el uso del calzado en los más pequeños. Las generaciones mayores, tradicionalmente, han optado por zapatos tipo botín que sujetan el tobillo del niño para brindar mayor estabilidad. Sin embargo, investigaciones recientes y una mirada más actualizada desde la podología infantil sugieren una visión diferente: permitir que los niños estén descalzos la mayor parte del tiempo, siempre que el entorno sea seguro, puede ser altamente beneficioso para su desarrollo.
Así lo afirma Isabel Hernández, podóloga clínica y docente del CFT Santo Tomás Puente Alto, quien destaca la importancia de respetar el proceso natural de desarrollo del pie en la infancia. “Andar descalzo permite que los pies se fortalezcan de manera natural y favorece el desarrollo del equilibrio, la coordinación y la propiocepción”, señala.
La especialista explica que el uso prematuro o inadecuado del calzado puede interferir en el aprendizaje de la marcha y limitar la movilidad natural del pie. Por ello, enfatiza que el primer zapato debe ser más una protección ante el entorno que una herramienta de corrección o sujeción.
“Un zapato mal elegido puede alterar el patrón de pisada e incluso provocar molestias futuras si no se adapta a las necesidades del niño en esta etapa crucial”, agrega.
Calzado “respetuoso”
En ese sentido, Hernández entrega una serie de recomendaciones sobre cómo debe ser un calzado infantil verdaderamente respetuoso con el desarrollo natural del pie:
· La suela debe ser flexible y delgada para que la niña o niño sienta el suelo y mejore su equilibrio. Las suelas rígidas o gruesas impiden el movimiento natural del pie.
· Deben ser de materiales transpirables que permitan la ventilación y contar con horma ancha para evitar deformaciones. Además, deben ser ligeros, nunca una “carga”.
· No deben tener refuerzos rígidos innecesarios como soportes para el arco plantar o talón.
Para Hernández, lo principal es comprender que el desarrollo del pie infantil es un proceso dinámico y que no todos los niños lo viven al mismo ritmo. “Más allá de lo estético, el calzado debe acompañar y no limitar. No es necesario apurarse en poner zapatos cuando aún no caminan. El contacto directo con el suelo, cuando es posible, entrega aprendizajes fundamentales para la maduración motora”, concluye.
Entender el rol del calzado como un facilitador —y no como una solución estructural— es clave para asegurar una marcha saludable desde los primeros pasos. Y como siempre, si existen dudas o situaciones particulares, lo mejor será consultar con un profesional.
Fuente: Simplicity